La Oaxaqueña

Jorge Ikeda
5 min readApr 12, 2024

En japonés le llaman tsundoku (積ん読) a la acumulación de libros. Cuando participé en la organización de la Convención Nacional Nikkei en 2018, la Asociación México-Japonesa me regaló la obra Historia de las Relaciones Mexicano-Japonesas de Makoto Toda. Esta obra no tendría ninguna relevancia para mi, si no es porque apareció la ficha de inmigración de mi bisabuelo de la que conté en esta entrada al blog y que demuestra que vino a México y muy probablemente a trabajar por contrato de Tairiku Imin Gaisha a La Oaxaqueña en el estado de Veracruz. Entonces obtuve el beneficio de haber acumulado esta obra.

De acuerdo con Toda, las tierras eran propiedad de la Tabasco Plantation Co. y eran administradas por la Tabasco Land & Development Co. Toda se basó en el reporte de Arai Kinta que visitó el área en 1912 como secretario asistente del Ministerio de Asuntos Extranjeros y que se titula “Informe de la visita para conocer las condiciones de los migrantes a los sembrados de La Oaxaqueña, en el Estado de Veracruz, México”.

Arai alabó la planeación de los estadounidenses que seguramente venía de la experiencia de haber invertido en México desde el siglo XIX y criticó amargamente el Proyecto de Colonización Enomoto. En su época, el ingenio fue el más importante del Estado de Veracruz. Había alojamiento para personal técnico, médicos y empleados, un hospital, un hotel, un club, una biblioteca y una tienda. Menciona que era como una pequeña ciudad iluminada con antorchas en cada esquina.

Hay una discrepancia en el trabajo de Toda, que menciona: “cuando llegaron los migrantes japoneses, por primera vez, en el mes de enero de 1906” y mi bisabuelo partió de San Francisco a Salinas Cruz, Oaxaca, el 26 de noviembre de 1904. Más adelante Toda menciona las condiciones del contrato de 1904 que firmaron los primeros migrantes japoneses que llegaron a La Oaxaqueña, y el contrato que cita que era de 1906.

Este contrato, tenía en apariencia, cosas muy loables, pero en la práctica no se cumplió casi ninguna de las condiciones planteadas. Por ejemplo; el artículo XXII que establecía la obligación para el patrón de dar casa, combustibles y agua necesarios, lugar donde bañarse, preparar sus alimentos y las instalaciones necesarias para ello, no había nada de eso. Los trabajadores no tenían dónde quedarse ni implementos para preparar ni consumir los alimentos.

En el artículo XXVI se establecía que el patrón debería tener en sus instalaciones una tienda donde se vendan alimentos e implementos necesarios para la vida cotidiana y calcular lo precios a los del mercado más próximo, y en realidad tenía una tienda de raya cuya función era devolver al patrón todo el dinero que les había pagado a los migrantes japoneses dejándolos casi sin dinero para enviar a casa.

Otros aspectos que me sorprendieron del contrato fue que los trabajadores pagaran su pasaje de Japón al puerto mexicano de Salinas Cruz, que costaba 116 yenes. Y los gastos de Salinas Cruz a la plantación iban por cuenta del empleador. En el artículo III establecía que el trabajador le pagaba una comisión de 20 yenes a Tairiku imin Gaisha por concepto del costo de los trámites, por lo que Toda menciona que los grupos 9 y 10 de japoneses viajaron sin tener un trabajo asegurado en La Oaxaqueña y solo lo hicieron para cobrarles la comisión. El artículo V mencionaba que el empleador iba a descontar 18 céntimos de yen al trabajador y al final del mes se los entregaría a la compañía (Tairiku) y la compañía depositaría esos fondos en el banco que la autoridad del “Imperio en México” para garantizar el pasaje de retorno del trabajador o para pagar las indemnizaciones a los actos mencionados en el artículo XVI que eran fuga o deserción, negativa a trabajar o huelga. La compañía también retenía los pasaportes de los trabajadores para evitar que se fugaran. En otro artículo se menciona que el patrón encargará la cantidad de 60 dólares a la compañía por cuenta del trabajador, para ser indemnizado en caso de que el trabajador deserte o cometa otro acto inconveniente y conservaría los 60 dólares hasta el final del contrato de dos años para luego entregárselos al trabajador.

Tairiku se aprovechó de estas condiciones leoninas y dejó de enviar las remesas argumentando que eran desertores y cobró las fianzas a los fiadores en Japón. Dice Toda que en 1908, 94 migrantes que habían sido declarados como desertores habían enviado $9,546 dólares y ninguno había llegado a su destino. En una misiva enviada por Naito Shogoro al gobernador de la Prefectura de Fukuoka en la que solicita su intervención, narra que había enviado 358 pesos con 50 centavos y ninguno había llegado. Al salir de Japón dejó a su madre y pequeños hijos casi sin dinero y al no pagarle a Tairiku esta ejerció las fianzas contra sus fiadores causándoles un grave quebranto y hubo perdido su confianza, a pesar de haber enviado el dinero para sufragar sus obligaciones.

En lo que se conoció como “La rebelión de la Oaxaqueña” los inmigrantes procedentes de Fukuoka elaboraron un pliego petitorio en el que solicitaban la reducción de los contratos, el aumento del salario o la reducción de los precios de las tiendas y la mejora de las instalaciones habitacionales. El representante del Tairiku prometió resolver para finales del mes, pero en lugar de eso, detuvo a los promotores de la petición y los encerró. Esto ocasionó un encontronazo sangriento entre quienes pretendieron rescatar a sus compañeros, el representante del Tairiku y el administrador. Alrededor de 100 trabajadores se pusieron en huelga, por lo que el administrador llamó al ejército que se encontraba en Minatitlán; 93 de los huelguistas fueron detenidos por las tropas y encarcelados. Con este incidente concluyeron las reclamaciones sin ninguna solución.

Toda dice que la Revolución Mexicana acabó con La Oaxaqueña y menciona el reporte de Ohtani Yashichi en el que dice que esas tierras volvieron a ser salvajes. Para 1930, las tierras eran administradas por un coreano y todavía permanecían 13 familias con 50 miembros en la zona. Los medios de la época daban cuenta que los japoneses que ahí quedaban llevaban una vida de “aislamiento y precaria sobrevivencia”.

Sobre mi bisabuelo, es sabido que emigró a los Estados Unidos de América. No se sabe cuándo, pero es probable que si llegó a La Oaxaqueña a finales del 1904 su contrato haya concluido por finales de 1906, si no es que desertó antes. Toda menciona que los reportes que indicaban que 1,500 migrantes llegaron a trabajar en La Oaxaqueña son exagerados, pues la lista no llega a 1,286 personas y la mitad de los grupos 9 y 10 no llegaron a pisar el lugar. La mayoría de aquellos a quienes se les canceló el contrato se dirigieron a Estados Unidos, aunque no se conoce la cantidad exacta que logró cruzar la frontera.

Originally published at http://jorgeikeda.com.

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